Columna de opinión a partir de los Juegos Olímpicos 2024
En el uso cotidiano, algo complejo se entiende coloquialmente como algo difícil de comprender. Sin embargo, en ciencias, la complejidad implica reconocer la existencia de múltiples variables que intervienen en la explicación de un fenómeno o que, en su conjunto, producen un fenómeno que resulta ser complejo. Edgar Morin nos advierte que la realidad en sí misma es compleja, y, por ende, a su imagen y semejanza, la sexualidad humana también lo es.
Imane Khelif es una boxeadora argelina que, en los Juegos Olímpicos de París 2024, compitió en los octavos de final de la categoría de peso wélter contra la italiana Angela Carini. A los 46 segundos del encuentro, Carini decidió renunciar a la contienda, lo que provocó una ola de reacciones y polémica en torno a la argelina. Esta polémica estuvo caracterizada, particularmente, por una solapada y abierta transfobia, lo que resulta al menos curioso, considerando que Khelif es una mujer cisgénero, es decir, biológicamente mujer desde su nacimiento.
Entre los ataques personales dirigidos a la argelina, el principal se centró en aseveraciones que afirmaban que Imane es una mujer trans y, en consecuencia, lo nocivo que resulta para el deporte que se den tales situaciones de “injusticia” para las “verdaderas” mujeres. Lo interesante es que este discurso pone sobre la mesa una cuestión ontológica, que posiblemente se da por sentada, por lo obvia que resulta la premisa, ¿qué es ser mujer? Simone de Beauvoir ya en 1949 explica que son las condiciones sociales las que subyacen a la opresión de género, afirmando que no se nace mujer, se llega a serlo, en el proceso de vivir y hacer carne dichas injusticias impuestas por la sociedad patriarcal. Desde una perspectiva constructivista, el ser mujer no se determina necesariamente por factores biológicos, premisa que ayuda a comprender la realidad, más que ajustarla como algunos sectores quieren hacer creer. La discordancia entre sexo y género ha existido desde los inicios de la humanidad, con la única salvedad, de que hoy en día es más visibilizada.
Para sectores conservadores, quienes se han abanderado de este acontecimiento para hacer propaganda contra el fantasma de la “ideología de género”, quienes se oponen, o más bien, desconfirman la existencia de la diversidad sexual, la pregunta ¿qué es ser mujer? se resuelve de manera reduccionista afirmando que, quienes nacen con cromosomas XX, producen principalmente “hormonas femeninas” como el estrógeno y la progesterona, tienen útero, vulva y visten de rosado, son mujeres. Por lo anterior, para estas personas resulta realmente incomprensible, por su sesgo ideológico, asimilar la complejidad, y validar la condición genética y hormonal de la boxeadora, que, por cuestiones naturales, produce más testosterona que la mayoría de mujeres. Fenómeno posible dentro del amplio espectro de la condición humana, si nos remitimos estrictamente a la biología, sin embargo, la mera existencia de estos cuerpos incomoda a estos sectores, para quienes dichos cuerpos deben ser motivo de vergüenza, cuestionamiento y por supuesto, deben ser sometidos a modificaciones para mantener la fachada de la simplicidad y binarismo que pretende mantenerse como discurso dominante respecto a la sexualidad humana. Mientras que, de manera categórica e incuestionable, se les niega esta posibilidad a otrxs.
Resulta particularmente confuso para estos sectores asimilar que en la sagrada biología no existe el binarismo, desde donde se escudan principalmente para la desconfirmación a la diversidad que escapa de la norma hegemónica. ¿Si la biología no es binaria qué queda?, sin mencionar, otros aspectos que componen la complejidad de la sexualidad humana, independientes de la condición biológica, como la identidad de género, la orientación sexual o la expresión de género, que también se mueven en espectros que no se pueden encapsular en dos categorías total e incorruptiblemente opuestas. Quizá la respuesta es sencilla, y solamente queda aceptar que la diversidad es natural dentro de la complejidad, parte de la condición humana y no constituye de por sí una ideología, como si termina siendo, paradójicamente desde donde se posicionan quienes la niegan.